
Para ti abuelo indígena:
Tátara, tátara, tátara abuelo quisiera en esta carta pedirte la bendición, pero me da mucha arrechera saber que no me contestarás, porque quizás nunca llegue a tus manos y en tal caso que llegara no la entenderías porque no es tu idioma, pero eso no me importa, igual la escribo, uno no sabe qué puede pasar.
Bueno lo primero que quiero decirte es que me disculpes si me quedo corto con el tátara, es que si me pongo a escribir todos los tátaras que son, voy a gastar muchas hojas.
En realidad esta carta la escribo para hacerte saber cómo desearía poder vivir y hacer todas esas labores que tú realizabas. Salir en canoas y curiaras a pescar, cazar con flechas y cerbatanas: báquiros, lapas y conejos, ancestrales variedades artesanales, hechas con recursos naturales: vasijas, cestas, collares, mapires, hamacas, chinchorros.
También me gustaría tener ese color cobrizo de ustedes en mi piel, el pelo negrito liso y brillante, los ojos oscuros y esas habilidades extraordinarias con la que tú contabas. Tú te preguntaras que herede de ti, creo que únicamente el tamaño. Sinceramente tátara, tátara abuelo admiro mucho la unidad y la solidaridad que entre ustedes reinaba. Saber que entre ustedes no existían los indigentes y los niños de la calle me da mucha alegría y a la vez nostalgia pensar que en la actualidad si los hay, y por coñazo. Espero no te interrogues sobre la vida del siglo XXI porque de verdad no se parece nada a la tuya. Tú veías a la tierra como tu madre, al sol como tu padre, los animales y los árboles como tus hermanos. Ahorita nadie es familia de nadie, el barro hoy es cemento asfalto y señales, el sol debido a un hueco de la capa de ozono calienta mucho más, hay que esquivarlo para evitar un cáncer otro mal de este tiempo, con los animales se ha hecho de todo, unos ya no existen y otros están por desaparecer, ya no hay lazo alguno entre los árboles y nosotros, ya solo son materia prima. A pesar de todo, la vida es más cómoda y fácil aunque menos libre, solo hay que ir a farmatodo y asunto resuelto. No me arrepiento de vivir en esta época, ni si quiera de eso tengo derecho, solo quería informarte que me gustaría haber vivido en la tuya. A veces pienso que tal vez te gustaría vivir en este siglo, pero estoy muy seguro que no es así, precisamente por eso te resististe. Para despedirme te digo que esa etapa es la que más me hubiera gustado vivir, para crear trampas más efectivas para los colonizadores, encender la niña, la pinta y la santa maría con ellos adentro, y matar al Cristóbal y a la pajua de Isabel al estilo cale 13:” Me gustaría atravesarle el pecho con una jabalina encendida en fuego y que se le quemen los senos y que la punta de la jabalina tenga veneno para asegurar su muerte”.
Atentamente,
Luis Leal
Sr .Or
Espero esté bien, aunque está demás decirlo, no le escribo para saludarlo, sino más bien para invocarlo, así que prefiero omitir cualquier tipo de formalidad que pueda hacer vacilar a las palabras; me valdré del mismo lenguaje táctil y directo que contaba una a una las florecillas de aquel vestido que me arropaba, y las consentía suavemente hasta hacerlas desaparecer, el lenguaje de la llamada sin hueso, la que babea de ganas, el mismo que derramó la copa de alcohol sobre mi cabello ondulado para luego beberlo de él.
Sus manos han quedado en mis pechos como metal fundido, han acariciado mi estomago hasta hacerme sonrojar y pegar alaridos con una porción de locura, usted no quiso mostrar su rostro cuando ya en mis manos tenia su cuerpo, no ha pedido permiso alterando mi comportamiento hasta en lo más mínimo.
Sr. Or llevo varios años imaginando su rostro, hasta que al fin estoy convencida que sus ojos son aquellas dos bolas de fuego que me miran fijamente en el preciso instante del clímax, sus labios suelen ser tibios, realmente carnosos y provocativos, y aquellas prolongadas arrugas que logro ver en su frente me indican que lleva quién sabe cuántos años haciendo de las suyas, que sus ganas son inmortales.
Sr. Or le escribo para invocarlo, ya que últimamente por acá sólo ha venido su hijo, o tal vez es su nieto, porque no tiene ambición, ni destreza.
No recuerdo exactamente cuándo fue la última vez que vi su rostro añejado, hace pocos días y en soledad creí acercarme a usted, pero... en pocos instantes estaba su pequeño bisnieto muy puntual e inoportuno esperando en la puerta.
Le confieso que no desistiré porque se que su inmortalidad vigente anda rondando por los pasillos de las oficinas y los moteles.
Sr. Or, usted, sí, usted que se apellida Gasmo, termine con su tarea, complete su nombre en mis labios y cuerpo.
Está demás decir que espero una pronta repuesta, por no decir inmediata; y ¿Para qué despedirme si ya usted lo hizo?.
TAIS VILORIA
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