15 jul 2010

Cuarta Edición: CRONICARIO.

Edición Aniversario.

ALGUNOS TEXTOS:


B.I.E.N.A.L

BORRACHOS IMPORTADOS EN NUESTRA ALDEA LÚCIDA

Bienal, dícese de un evento o suceso que se da cada dos años. Coro, capital del estado Falcón, sede del ya mencionado evento y eterna víctima de mis más despectivos comentarios sociales y geográficos, se convirtió en mucho más que todo eso este fin de semana. Horas sublimes, sutiles, de cristal, la hicieron convertirse en una anciana lúcida, llena de recuerdos, de historias, una mujer mayor a quien debo respeto. Un lugar que no sufre de alzhéimer.

Mi anterior óptica para con semejante anfitriona no carece de argumentos, en Coro viví experiencias nada gratas, que llenaron de sal mis ojos, haciendo que los improperios salidos de mi boca fuesen las municiones disparadas en forma de oda al desahogo.

Hoy se que mi perspectiva ha cambiado, no se desde cuando, pero puedo precisarel momento en que lo noté y fue cuando sentí que quienes la insultaron llenaron de barro y mierda un inmenso mural blanco, construidos por miles de años y sangre. 300. Un número preciso y que no por fuertes tengan algo que ver con una homónima historia épica.

300, el número de ojos que presenciaron con complicidad y que fueron incapaces de impedir que se ensuciara el mural y mucho menos de remediar el daño.

Estoy seguro de que un ilustre amigo de la infancia y antiguo compañero de reuniones etílicas diría que no debió llamarse Bienal sino “desnalgue”. Estos que insultaron a Coro no lo hicieron con comentarios alusivos a la evolución a destiempo, ¡no! Lo hicieron recreando un chiste que choca en las paredes de mi imaginación.

Un recital de poesía donde invitados y participantes caen en una discusión política en la que ambos bandos tenían sus tendencias bien arraigadas y a flor de piel sólo puede generarme la siguiente interrogante: ¿será que en la asamblea nacional, los diputados hacen tertulias, recitan poemas e intercambian recomendaciones y opiniones acerca de libros y autores? No lo creo, de ser así prefiero ser político que poeta, o no, creo que uno es sinónimo del otro.

Estos días mis sentidos explotaron. Estrechar las manos de verdaderos amigos, deleitarme con el olor de una bebida artesanal y tan nuestra, permitir que mis oídos se embriagaran con hermosas palabras recitadas (ojo: la belleza no siempre es bonita), tener en mis labios y en mi lengua el sabor de la satisfacción y el placer de recibir algo deseado desde hace muchos días, horas y minutos y que mis ojos, especialmente mis ojos se abrieran para erradicar el vicio de subestimar.

Pero no fueron estas las razones por las que mis sentidos explotaron, sino por escuchar las más grandes sandeces, de ellos, de los más grandes, de los que no estrecharon mi mano, el olor a alcohol rancio ligado al mal aliento, ese olor a borracho, el amargo sabor del hambre, de la comida que no comí porque seis libros de autores falconianos que seguramente llenarán más, me hicieron llegar tarde. Qué débiles fueron esos 300, pero sobre todo por el inmenso mural blanco, manchado. Coro, te pido disculpas, quiero hacer las pases contigo. No quiero ser como ellos.

Debo confesar que pensé en escribir un poema pero no lo logré, ni siquiera lo intenté. No soy poeta, ni puedo. Ni quiero serlo! Por eso hice esto “Notas de consumo interno”, semejante enunciado dibuja en la comisura una sonrisa. La palabra “nota” y “consumo” no pueden sino hacerme imaginar jubilosas noches de excesos. Pero con todo y mi corrupta mente, después de lo que vi, sentí, oí, olí y saboree, sé que en la cola de los juzgados estoy en el puesto número 9478.

Son muy pocas personas para con quien puedo tener la osadía de decir que las conozco. Pero algo que desconozco totalmente es el oficio del poeta ¿Qué es ser poeta?

Si ser poeta es embriagarme con apenas tres tragos de cocuy, no quiero ser poeta.

Si ser poeta es rascarme la panza y reírme de las estupideces que dicen mis colegas, sólo porque ellos también son poetas, no quiero ser poeta.

Si ser poeta es pensar que los que se ríen de mis estupideces son menos que yo porque tengo más libros publicados, no quiero ser poeta.

Si ser poeta es decir con arrogancia, prepotencia y mala intención que soy humilde y modesto, no quiero ser poeta.

Si ser poeta es parecer una versión de un Charli Gracía mediocre comprado en una tienda de todo a mil, no quiero ser poeta.

Si ser poeta es hablar de revolución cuando mis poemas no causan ni un grado de giro, no quiero ser poeta.

Si ser poeta es no ser como el Jibaro de la prosa, no quiero ser poeta.

Si ser poeta es saberlo todo. No quiero ser poeta.

Si ser poeta es hablar sólo de derecha y de izquierda cuando el universo es grande, hermoso y con millones de direcciones, no quiero ser poeta.

Si ser poeta es escribir algo totalmente incomprensible y creer que por ello mi obra vale mucho, no quiero ser poeta.

Si ser poeta es no apoyar al talento inédito, no quiero ser poeta.

Prefiero ser un Antonio Garbi, un Adolph Eichman y ¿por qué no? Un Luis Daniel Ramones Cayama.

Verdaderamente no conozco el oficio del poeta. Pero hablando de conocer, sólo puedo pensar en una cosa. Alguien dijo que en Coro hay más poetas que chivos. Yo, en lo personal, sólo conozco a un chivo y sólo conozco a un poeta. Y no es de Coro.

LUIS D. RAMONES

Programa Póstumo

Días Antes (sólo para organizadores): No invitar nunca a los que van a participar en la bienal, pero sí colocarlos en la publicidad, en vez de exhibir el nombre de otros muchos que sí trabajaron por el evento y no por los 300 (¿fuertes o débiles?).

1er día:

09:00am. Si eres el único que llegas puntual, tendrás el privilegio de ver como el Homenajeado del evento junto a una ex rectora tienen una pequeña querella con el portero de teatro para que los deje entrar y éste se opone rotundamente por dos razones: no tiene autorización y otra: alguien que llegue tan puntual no es digno de llamarse participante de la bienal.

10:00am llegando a 11:00. Observa la inauguración. (Y si eres bonita e importante en el medio literario… recibes rosas de un dúo de poetas de renombre en el Estado que están en busca de pasiones perdidas).

11:30am. No vas al Club Bolívar, porque ya tienes hambre. Pero eso sí… apresúrate para disfrutar de las mesas de trabajo.

01:30pm. ¡Apúrate!

02:00pm. Llega al museo, piensa que es la hora y que no hay nadie porque todo el mundo tiene derecho a llegar 15 minutos tarde.

02:20pm. Preocúpate y piensa que en las siguientes actividades llegarás media hora tarde para no tener que esperar.

02:35pm. Recibe a los demás participantes que vienen llegando tarde y hablando de la impuntualidad del evento.

03.00pm. Ya están todos los ponentes y los de relleno, pero ahora… ¿Dónde está la presentadora? Esta espera tiene algún parecido a la de sacarse la cédula.

(En este lapso de tiempo habla del calor, de las ventanas que golpean las cabezas de los que están sentados y critica a la presentadora).

04:00pm. Llega la presentadora y hace su tarea.

(En este lapso de tiempo tomas apuntes de las ponencias que no te parezcan aburridas, bébete los refrescos impertinentes, habla de la ineficiencia de la que controla el video been y diviértete viendo la cara de fastidio de los profesores escuchando las ponencias de los estudiantes, ponencias de las cuales seguro fueron sus tutores).

06:00. ¡¡Corre!! Después de un largo día corre a tu casa a cambiarte para no perderte la presentación de las revistas.

Ojo: Aprovecha de verle las caras llenas de sobriedad a los importados, pueda que no se las veas más.

Mientras tú estas en tu casa, la celebración en el museo se prepara y los poetas juegan con pistolitas de agua, pero en vez de tener agua tienen cocuy.

07:00pm. Llegaste: Obviamente que te perdiste la presentación de la revista afortunada (porque la otra fue ignorada), puesto que no duró ni dos minutos el bautizo, demasiado tiempo perdido bautizando una revista que no tenía el nombre en la contraportada de nuestro Vallejo falconiano.

08:30pm. La majestuosa y multitudinaria presentación de los súper poetas importados. ¿Has visto algún acto solemne pero totalmente embalsamado por la ebriedad de sus protagonistas? Esta es tu oportunidad. Si eres puritano… salte del sitio…El olor a cocuy puede que te afecte. Después de ignorar a los 1897 poetas y si no te has ido, préstale atención a nuestro compatriota cubano, seguro vas a apreciar a Elena. Hay algo muy peculiar, todos los poemas fueron dedicados a Osuna… y éste los disfrutaba en sueños (con pruebas fehacientes). En medio de todo esto te haces una pregunta: ¿será que aparte de cocuy hay LSD?

10:00pm. Seguro no soportas un minuto más junto a los poetas y le dejas el paquete a la animadora de la noche. Decides irte a bailar.

10:20pm. ¡Al fin! Club Bolívar (ojo: no mirar la exhibición de libros, puede que te conviertas en un ladrón en serie). Este será el aposento más acogedor para una estadía familiar. Lo mejor: los 300 alcanzaron para dar comida gratis, pero, tienes que esperar a que lleguen a tu mesa.

11:00pm. Estas desesperado, viendo blanco y negro, tu sistema nervioso esta empezando a recibir los mensajes de tu estomago, el hambre esta empezando a provocar una catástrofe, pero ¡la salvación!... se acerca uno de los colorados de “producción” y ves en la salida a todos tus problemas gastronómicos: (Con tono amigable y algo suplicante)

-Hey chamo, ¿puedes decirme cómo funciona lo de la comida? Es que tengo rato esperando y nadie se acerca a atenderme… prepárate… He aquí que el afamado “producción” suelta la respuesta más literaria digna de tal evento con tal matiz…

- No sé de eso: YO SOY POETA

-¿y no tienes cerebro?... ¿o lo que tú crees poesía te ha dejado sin materia gris, como para responder algo más sensato, estas seguro que tus neuronas están haciendo sinapsis? ¿No te das cuenta que estas en la tierra donde todos son “poetas”, sabrás que me sabe a excremento animal que seas “poeta”? ¿Habrás escuchado algún día una verdadera poesía? ¿Tengo que ser hombre, poeta, peludo, con una chiva muy larga, estar perfumado de cocuy, ser muy adulador de mis colegas, tener muchos poemarios malos publicados para que puedas ayudarme? Prometo, aunque sea en un cuento, encerrarte en medio de muchos cuentistas, con un tono nada poético, que te tengan encerrado, mínimo, por unos tres días leyendo cuentos, cuentos, cuentos, te voy a torturar, te lo prometo, y no te voy a dar de comer, y cuando me preguntes por tu alimento y tu estomago tenga una revolución, te voy a responder con prepotencia: SOY CUENTISTA… ah, pero como yo no soy tan desgraciada, lo más probable es que me apiade de ti y te de un servicio de mierda en salsa de champiñones y al lado un poema de Baudelaire, el libro de “La Casa” y un crucifijo a ver que se te ocurre.

Eso es lo que deseas responderle pero no, tu shock te deja sin palabras. Tus capacidades analíticas, intelectuales y psicológicas se asustaron y no quisieron responder.

Comes, bailas, vuelas. Te vas a descansar y piensas que el día de mañana trae consigo muchas sorpresas “literarias”.

2do día: Terrorismo contra la exhibición de libros que está frente al museo. Videntes. Ponentes desorientados. Ponencias buenas y otras… . Ponentes con una capacidad comunicativa muuuy extensa. Tu propia ponencia. Calor. Otra vez las ventanas. Esta vez son nesteas inoportunos. Recital de 452 féminas. Falta de espacio físico. Cocuy, cocuy, cocuy… . Palabras revolucionarias por parte de nuestra juventud colorada y acalorada. Alguien ofende: “Los hijos de piiiii son piiiiiii”. Eso se empieza a convertir en espacio supervisado, con elementos de lenguaje tipo h, pero literario. Peleas, casi conyugales, entre nuestros importados. Derechas, izquierdas. “El que pegue primero gana”. Bastones acusadores. Geronte en estado de efusión. Peligro de muerte literaria… Borrachos. Güaicaipuro Lameda. Rockeros embarcados aprovechando el lugar para su “nota” cultural. 1500 poetas jóvenes, entre ellos “el poeta”. Adulaciones. Trifulca en pro de libros. Autógrafos de autores. Club Bolívar. Cola para comer, sin ningún éxito. Poetas (los de la casa, no los importados) que fueron a parar, quizás en un sitio turístico a ver si encontraban algo qué comer y beber (que no fuese precisamente nuestra bebida regional). Certificados sin identificación. Nota: aquí hay materia prima, pero en este contexto belicoso habrá que tratar de escribir “sin daños a terceros”.

Ya no es preciso colocarle hora al programa, aquí el tiempo es un señor fashion, vestido como Winston Vallenilla al que nadie presta atención.

3er día: Todavía nadie puede dar testimonio de la clausura. No se sabe si fue a las 02:00pm, como lo decía el programa oficialista, perdón… oficial, o si fue a la 01:00pm en el hotel donde se quedaron los importados.

CRISTINA GUTIÉRREZ

LA EXORCISTA

Todos creen que obtener un título universitario es el pasaporte a la felicidad, a la prosperidad garantizada en 24 quincenas anuales, la solución a los hogares que por años sembraron en sus hijos la esperanza a un mejor porvenir, síí todos creen eso, hasta yo lo creía, pero eso será en el país de Alicia, o en uno de los tantos lugares visitados por Gulliver, pero en el mío y sobre todo en mi caso particularmente, mi título universitario no es más que el insulto más grande a mis conocimientos, que si bien no se comparan a los de Borges, puedo decir que son lo bastante consistentes como para ejercer plenamente mi tan mal escogida profesión.

Creo que todo sueño tiene algo de utópico pero quizás los míos tienen una sobredosis de eso; cuando logré terminar la carga académica y defender el trabajo de grado, todo fue júbilo en mi hogar, mis ojos brillaban de alegría, la misma vía láctea quedaría opaca al lado de aquel brillo pendejo que anunciaba según yo, que mi vida al fin tendría otro sentido, peeero, que vaina que siempre haya un “pero”, cuando todo estaba dispuesto para ejercer, las siete plagas de Egipto y una más, el karma de mis antepasados y de los hijos de los hijos que aún no tengo, las penas del purgatorio, los castigos de esta vida y los de la otra por adelantado, y todos los males que puedan truncar el desarrollo profesional de un mortal, cayeron sobre mi.

Primero la solicitud de mis notas certificadas, que al final comprobé que no eran mías del todo, porque no podía disponer de ellas, sino que, cuando al jefe del departamento de control de estudios y sus subalternos, decidieran justificar su sueldo y reivindicar su labor, yo entonces podría tenerlas en mis manos, mientras ¿qué?, Lidiaba con los curiosos, con los que restregaban en mi cara que mi buen desempeño académico no sirvió para nada, si los peores estaban en los lugares que debiera yo ocupar; mejor me hubiese dedicado a hacer malabares en la avenida Manaure, así quizás hubiese llegado más lejos, al menos a otro país.

Para colmo de lo patético mi situación económica iba en declive y mi familia me veía como gallina mirando sal, adiós vida profesional, salía a la calle a vender dulces y otras cosillas por el estilo, arreglaba cosas descompuestas, vendí ropa, mis prendas de valor (incluyendo el tan soñado anillo de graduación), llegó el momento que incluso mis ideas me vi en la necesidad de vender. Busqué respuestas a mi situación, que si mercurio retrogrado atrasaba unos papeles, que durmiera con los pies hacia el sur, que vistiera de rojo y marchara, que vistiera de azul y protestara, en fin nada de aquello sirvió.

Hasta que una mañana sonó mi celular, mi verdadero oficio estaba por definirse, la llamada era proveniente de un lugar al que ahora llamo “la sucursal del infierno”, requerían de mi presencia allí, acepté y hoy soy exorcista, ajá, como se lee E-X-O-R-C-I-S-T-A, confieso que no estoy tan complacida de ello pero hago lo que puedo, trato de domesticar demonios, no esos que llevan al cine, ni los de “charmed” , no, los míos son peores, de esos que miden cuando mucho 1mt y 50cm , que a los minutos de estar con ellos te transfiguras y andas gritando barbaridades y tirando cosas, esos que te hacen rabiar y halarte los cabellos y a los que sólo logras calmar con amenazas calificativas impresas en papel.

Este oficio aunque legendario no es del todo fácil, y déjenme decirles que mi única satisfacción es llegar a las 11:30 am de cada día y seguir de pie, sobreviviendo a mi labor, bueno como diría mi abuela: “aquí el que no corre vuela” y agarrando aunque sea fallo.

ANEIDIS OBERTO

Mi victima y yo

Caminando hacia el polideportivo donde solía ir todas las tardes luego de clases, me dirigía al área de las piscinas para practicar natación.

Apenas estaba comenzando mis practicas, por lo tanto era una de esas principiantes como quien dice “fiebrúa”. Quería aprender a nadar en el menor tiempo posible y así poder pasar a la piscina grande, ya que la pequeña no me llegaba ni por la cintura.

Lo que no me imaginaba era que este deporte cansara tanto, y que luego de aprender a nadar, cruzar la piscina grande, la cual mide 50 metros de largo y 3 de profundidad, era verdaderamente un reto para mi que soy poco deportista y que solo me habían sugerido practicar natación por un problema que tengo de columna.

Llegó el día que comencé a nadar en la piscina grande, y daba una brazada tras otra, una y otra vez, pero era inútil, no veía que avanzaba mucho. Cansada me orillaba a la pared, y sólo me quedaba observando a los nadadores que en cuestiones de minutos ya estaban en el otro extremo de la piscina y se regresaban sin parar, y yo allí descansando, solo podía avanzar poco a poco, recuerdo que hasta era la mayor del novato grupo.

Luego que ocurrió lo que esperaba, que era sorprender al profesor cruzando la piscina sin detenerme, este me dijo que la cruzara por el medio, para comprobar si lo ocurrido no había sido casualidad, y yo muy emocionada no me negué.

Estaba ya la mayoría del grupo nadando la piscina por el medio; pero sí, todo resulto ser casualidad, cuando ya me faltaba mínimo para llegar a la orilla me entro un pánico horrible y sentía que me faltaba mucho el aire, no se me ocurrió sino pegar gritos y apoyarme de un compañero cuya figura era muy voluptuosa y nada agradable a mi vista, pero mis movimientos de asfixia perecían decir lo contrario. Logre llegar a la orilla de la piscina gracias a otro compañero que venia detrás de mí, ni siquiera logre ver su rostro, al cual apode “el coleado socorrista invisible”. El muchacho del cual yo al principio me apoye era un principiante al igual que yo, me imagino que el pánico del el fue peor que el mió al sentir que yo lo quería tres metros bajo agua.

Después de todo volví con mis quehaceres en la piscina pequeña, otra vez yo allí, tratándome de mojarme aunque sea la cintura, pero no por mucho tiempo, ya que por mi propio interés, luego de la practica y sin que el profesor se enterara, acudía a la piscina grande, convertida en victimaria para cazar una principianta presa mas.

Sabia que esto no era lo que me apasionaba, lo mío es la pintura, la música, la literatura y todo lo que al arte se refiere, pero sentía la necesidad de convertir este deporte en todo un arte para mí, sin dejar evidencias del delito claro esta, y así fue. Nadie más volvió a ser mi víctima y el nadar se convirtió para mí en un paseo relajante y constante, hasta el punto que llegue a sentir que respiraba debajo del agua, y que en ella había un mundo distinto donde solo el meditar del silencio me hablaba.

Aprendí todo esto sin tratar de sorprender a nadie, ni mucho menos al profesor, ya que la ultima vez fuimos mi víctima y yo los mas sorprendidos.

Sin embargo fue luego cuando la liga del cloro con agua dejo una verdadera obra de arte en mi piel , aquellas evidentes manchas blancas que me hacían ver veteada, o peor aun como una verdadera mortadela, unas que ya desaparecieron con tratamiento, pero mi temor a que vuelvan es mayor que mi pasión por la natación, así que: no se cuando volveré a practicar.

TAIS VILORIA

EL ARMARIO

A veces he pensado que por el terror vivido en carne propia transcurre la verdadera senda del autoconocimiento.

Cuando en aquella noche de mi verano adolescente ocurrieron los hechos que voy a relatar, yo ya había comenzado el pesado camino de la autoafirmación, el complejo y enmarañado trance de las preguntas existenciales, y ya se me había ocurrido pensar en el escalofriante mundo del más allá. Aún así, y aunque llevaba coqueteando varios meses con la güija, los ovnis, los misterios de las pirámides, las señales de nazca, las psicofonías y no sé cuántos temas paranormales más, (que no dejaban de ser pasatiempos que le ponían una pizquita de emoción y misterio a mi vida), la verdad es que nunca la realidad me había colocado en un trance como el de aquella noche: la conciencia del terror.

En aquellas noches de verano recuerdo que escuchaba un programa de radio titulado: “La hora de la media noche”, de Antonio José Alés, que, naturalmente, comenzaba puntual a la hora indicada. En él, se trataban todos los temas del pseudoconocimiento que en aquel momento estaban de moda en España: el espiritismo, el mundo exotérico, el conocimiento paranormal, la existencia de vida en otros planetas, o las apariciones de los espíritus torturados que nunca consiguieron llegar a la otra vida... En fin, llevaba enganchado a ese programa los últimos nueve meses desde que este comenzó, pues además de tener un director-presentador extremadamente ameno, acostumbraba contar en sus programas con la presencia de varios autores especialistas y de reconocido prestigio mundial en cada tema, que contribuían dándole al programa la seriedad necesaria, aportando numerosos datos con una supuesta base científica que, naturalmente estaban perfectamente expuestos y desarrollados en voluminosos y carísimos libros que ya se encontraban, casualmente, de venta en las librerías. Todo estaba tan perfectamente atado en aquel asunto, que tardé varios años en desenmarañarme de tan burdas patrañas y palabrería.

Pero lo que viene al caso es que justo antes del verano y antes de la campaña de “la caza de ovnis”, un divertido pasatiempo que consistía en salir al campo con cámaras fotográficas y de vídeo y registrar todo aquello que en el cielo fuera o pareciera extraño, Antonio José anunció una mini serie llamada, “Cuentos de la media noche”, que duraría sólo el verano y que vendría a completar las diversas secciones del programa. He de decir que en aquel momento el nivel medio de los cuentos me pareció excelente, y que el montaje musical con la música de grupos como Pink Floyd o Tangerine Dream, era excepcional, haciendo que la atmósfera de misterio de cada noche, fuera perfecta. Así que a mediados del mes de julio, yo ya estaba deseando que llegara la hora mágica para acostarme en mi camita y poner junto a mi oreja aquella pequeña radio Sony que tantos años me acompañó.

Creo que es útil que conozcan cómo estaban dispuestos los elementos en mi habitación: enfrente, según se entraba y pegada a la pared de la derecha, se encontraba mi cama; en medio, pegado también a la pared, un mueble con estantes y una mesa escritorio que se recogía a voluntad; y a la izquierda, a su lado y pegado a la pared un armario de tres cuerpos que llegaba hasta el techo.

Como era verano, yo solía comenzar la escucha de los relatos sobre la cama, con las piernas extendidas, sacando por el borde derecho una y metiendo entre la cama y la fresca pared la izquierda, la otra. Cada noche y antes de que hubiera terminado el relato, yo ya había recogido convenientemente las dos, por miedo a que un ser de naturaleza horrible y habitante de la oscura región que se hallaba debajo de mi cama, agarrara cualquiera de mis tobillos y me arrastrara a quién sabe Dios qué clase de espantosos tormentos, como había visto una y otra vez en las películas de terror. Así transcurrían las noches de aquel verano, hechizado primero con la nueva aventura que me deparaban los cuentos, y preocupado después por la posibilidad de encontrar existencias extrañas debajo de mi cama. Al final de cada noche, el programa terminaba, comenzaba a sonar la música y yo me dormía acurrucado plácidamente hasta que me despertaba un nuevo día.

Hasta aquí todo parecía controlado, los miedos, las palpitaciones… pero algo cambió el 23 de julio. Aquella noche, el cuento relataba la historia de un escritor que se encerraba en su apartamento, obsesionado con concluir una gran historia que ya casi tenía pergeñada. Tan obsesionado estaba, que llenó la habitación de víveres y agua para no necesitar salir y evitar así desconcentrarse. El caso es que no se dio cuenta de que en una de las esquinas de la habitación una gran araña comenzaba a tejer su tela. Varios días después cuando quiso darse cuenta, se encontró horriblemente rodeado de pesadas y viscosas telas de araña, y de sus hacedoras correteando felices por toda la habitación. Horrorizado, intentó salir como pudo de su casa, pues se dio cuenta de que aquella maldita plaga se había extendido a todas las habitaciones. La tela era tan gigantesca y pegajosa, que en un momento de lucidez y como para salir de aquella pesadilla, encendió su mechero y le prendió fuego.

La siguiente imagen que vio al abrir los ojos fue la de la enfermera que suavemente y con una gasa envuelta en un ungüento de sábila, aliviaba el horrible escozor de sus quemaduras. Se encontraba completamente cubierto de gasas y vendas de los pies a la cabeza y sin posibilidad de articular palabra. Pero sí podía ver, cuando la enfermera salió de la habitación, con un terrible espanto y con los ojos inyectados en sangre y pavor, como en aquella pequeña esquina de la habitación, allá arriba, a la derecha, y como si no hiciera nada malo, una diminuta araña comenzaba a tejer su tela... -¡Una araña!, ¡Enfermera!, ¡Una araña!- ¡Gritó mentalmente!

Para entonces yo ya llevaba un rato con las piernas a salvo de un posible ataque arácnido proveniente de la zona oscura de abajo. Y como siempre, al terminar el relato subí el volumen de mi receptor para que la música empujara las últimas imágenes fuera de mi mente. Pero aquella noche, aquello no ocurrió. A una sensación de inmensa zozobra producida por un real miedo a las arañas que me había acompañado desde la infancia, se unió un inesperado e inexplicable sonido que se oía incluso por encima del sonido de mi radio. Bajé suavemente el mismo y escuché con pavor el suave alentar de una respiración y por si esto no fuera suficiente, lo peor es que, ¡¡¡provenía de mi armario!!! Subí inmediatamente el volumen de la radio hasta que aquel sonido desapareció, y les juro que no sé cómo, pero aquella noche sí conseguí dormirme.

A la mañana siguiente, cuando la clara y radiante luz del día me dio las fuerzas suficientes, me acerqué al armario, lo abrí y... ¡evidentemente no había nadie!, ni siquiera prendas removidas o rastros de que algún ser o ente hubiera pasado allí la noche. Sin embargo ese día ya no fue normal, porque siempre y durante todo él, estuve temiendo la llegada de la noche.

Y llegó el inevitable momento de ir a la cama un poco más tarde que de costumbre. Entonces abrí la puerta de la habitación y con la luz encendida me dirigí, no sin miedo, al armario. Nada, no había nada anormal. Separé algunas prendas, levanté otras, nada. No había nada extraordinario, así que aquella noche me dispuse a escuchar con tranquilidad el nuevo cuento. Todo fue normal, un cuento sobre aparecidos. Terminó y puse música... Finalmente, apagué la radio, pero antes de que hubiera pasado un minuto...se me encogió el corazón. No podía ser, allí estaba el murmullo otra vez, el aliento, la respiración y...venía del armario, no había duda. Recogí rápidamente mis piernas y agucé el oído. No, no había duda, venía del armario. Me cubrí con la sábana hasta las orejas, cogí la radió y subí el volumen hasta que nuevamente el sonido desapareció. Esa noche tardé en dormirme mucho, mucho más que la anterior y me pareció eterna, pero finalmente el sueño llegó al alba. Ya no había duda, alguien o algo con no sé qué secreta intención venía a ocupar mi armario por las noches y a asustarme hasta extremos verdaderamente preocupantes. Al día siguiente miles de ideas me rondaron por la cabeza. Por una parte me daba vergüenza contarle a alguien que “oía” cosas, pero por otra encontraba ridículo morir de miedo de un ataque al corazón siendo tan joven.

Así trascurrieron varias noches en las que yo ya no daba pie a escuchar nada porque subí suficientemente el volumen de mi radio, y porque me apreté tanto los casquitos que me introducía en los oídos que casi me hicieron sangre.

Con este panorama nocturno tan desasosegador, y con un príncipe de las tinieblas merodeando por mi armario, creo que no fue extraño que de día, con la clara y valiente luz del sol, poco a poco fuera naciendo en mí, no sé de donde, una idea absurda, descabellada: afrontar al fantasma, plantarle cara ocurriera lo que ocurriera, aunque tuviera ante mí las más terribles visiones o alucinaciones, y posiblemente, y esto sí era típicamente adolescente, la muerte. Ciertamente, ante aquel estado de cosas, pensé que así no podía seguir viviendo, con una mezcla de miedo al miedo y de miedo a la locura, un miedo que empezaba a preocuparme seriamente. Esa noche me acosté y esperé a que apareciera el siniestro resoplar, el silbido, el aliento. Pero como si de un juego psicológico siniestro se tratara, el jadeo no apareció. Y eso, me preocupó aún más. O sea, que además de asustarme, el ente cabrón empezaba a jugar macabramente conmigo. Ya el asunto de estaba poniendo color de hormiga. Pero la decisión estaba tomada. Era cuestión de tiempo. Ya era un tema entre dos. Pero estaba claro: o él o yo. He de recordar que en aquella época aún no se había estrenado Ghost Buster, y por lo tanto no tenía referencias de cómo afrontar un desafío semejante...

Esperé la siguiente noche agazapado, confiado en que el terrible encuentro se produciría, pues de una cosa estaba seguro: los entes, y lo había visto en las películas, podían ser juguetones pero no cobardes. No sé si viene al caso contar un secreto, pero lo haré: yo había tomado de la cocina el cuchillo más grande. No sabía si eso podría hacer algo a un fantasma, pero lo que estaba claro es que yo, desde luego, me sentía mucho mejor.

Y así, a las dos de la mañana ocurrió. Esta vez, sí. Poco a poco empecé a escuchar ese resoplido, ese jadeo lento y sonoro, un respirar como de bestia y sí, que carajo, ¡¡¡venía del armario!!! Esperé unos segundos en los que el corazón me latió con una fuerza brutal, empecé a sentir cómo de mi frente brotaba un sudor frío. Agarré el cuchillo con fuerza y salté de la cama decidido. Crucé de dos zancadas el espacio hasta el armario, lo abrí... ¡¡¡nada!!! Esperé. Sí, oía la respiración, pero... pero venía de la ventana abierta al patio que se abría al lado del armario: a través del patio interior que le servía como amplificador subía el respirar de mi vecino del Bajo B, “El Chepilla”, que por mor de la calurosa noche de verano también dormía con la ventana abierta. ¡Menudo monstruo! ¡“El chepilla”!

Si algo he de decir, para terminar, es que a partir de ese día siempre me he considerado un valiente... aunque no lo crean...

SUSO GONZÁLEZ

El occiso

Asistí a unos de los tan mentados “eventos literarios”, los escasos invitados, todos intelectuales y, la mayoría poetas, aquí en nuestra ciudad hay más poetas que arena en los Médanos, pero en los Médanos una casi nunca se encuentra con piedras preciosas al igual que acá se encuentran buenos poetas. Todos los presentes se miraban por encima del hombro, diciendo para sus adentros: “yo soy mejor escritor y he leído más que ellos”. Sin embargo todos se saludaban con un cariño tan grande como la de una madre hacia sus hijos. En la mayoría de eventos de esta clase siempre hay un presentador, quien “apertura” la conferencia (un día muy cercano vamos a aperturar la lata de atún), una persona que habla maravillas del conferencista, que si el mejor escritor, el más revolucionario de todos, el más conocido, el más letrado; en fin, te dibujan a un súper personaje, pero cuando lo escuchas se desdibuja la imagen. Hay quienes no nacen con el poder de la oratoria, felizmente nacen para escribir y, esas personas deberían ocuparse más en ello que tratar de agradar a un grupo de mentes ilustradas que no recuerdan el sentido del humor.

Aquella noche fue fatal, el conferencista no paraba de hablar, que si el primer occiso, el segundo occiso, el tercero, el cuarto, el quinto, el sexto… ¡Dios! Cuándo acabaría semejante tortura. Desafortunadamente a ese individuo se le ocurrió contar chistes, sí, a él, al hombre más aburrido del mundo. No era la noche del humor, era la noche del terror. Aquel hombre sudaba, la voz se le tornó temblorosa; todas las miradas rodeaban su figura, si las miradas matasen… sólo pensaba en eso y, aquel sujeto seguía hablando, tan torpe, tan cansón; y otro occiso, el séptimo, el octavo, el noveno, el décimo. Todos, creo que sin excepción, deseaban ser un alumno de la UNEFM, que simplemente se da fuga del lugar cuando una conferencia no le agrada, es decir todas. Al fin el sujeto cesó de hablar, las gotas de sudor corrían por el borde de su rostro, vagos aplausos se escuchaban; pero yo estaba ansiosa, al fin había llegado el momento tan esperado, el en verdad súper conferencista, él no necesitaba presentación, pues su sola presencia lo presentaba. Se acercaba al micrófono, ya iba a iniciar su conferencia, yo extasiada por escucharlo una vez más; mueve los labios con delicadeza, el aire sale por su boca y se escucha decir del esperado personaje: “Hay que ser breve, gracias”.

DANIELA CAMPOS


80`s Re-Evoluciones

Prefiero citar uno de los eslogan que enmarcan sentidamente lo que mi mente desdibuja en planteamientos ridículos y ataviados, donde la consigna es “la era del color”, los recuerdos; una imagen o un sonido, un olor o un gesto, algo que rápidamente nos transporta a un momento que deseamos retener, es algo que no existe en el “ahora” pero representa un fuerte estado de felicidad.

Es un homenaje al hecho de recordar, de revivir el pasado para crear un futuro lleno de nostalgia, una invitación a aprovechar los imaginarios de la década de los ochenta y apropiarse de nuevos íconos culturales que permiten la redefinición de un vintage donde “recordar es vivir”. Escuchar 80`s es simplemente, una onda expansiva que desintegra mi cerebro, lo llena y lo desborda de colores estridentes, sonidos análogos y tormentosos diseños extrañamente morales pero estrafalarios, cabellos alborotados y grandes sucesos que ahora van y vienen como las agujas del reloj.

Conocí al mundo, cuando estas Re-evoluciones, trabajan para seguir Re-evolucionándose, cuando Madonna se creía virgen y cuando el señoríto Kurt Cobain jugaba a ser RockStar en el patio de su casa.

Años de libertad, sincronismo mental:

Vivir una época en que cada quien la sienta, recuerde y disfrute por igual es casi una utopía social que se logró en los 80`s. Era un sentido de vida… vivir en los 80`s era el estilo de vida que se establecía y convertía a las personas en modelos de diminutas piezas desenfadadas, muchas de ellas cromadas, apretadas y de estridentes colores. Acompañadas por un soundtrack, que según la ubicación geográfica, al norte o al sur, amenizaban tus hormonas para seguir dibujando en tu mente pensamientos inconcretos, crudos y serios.

Era Madonna, Loquillo y los Intocables, Soda Estereo, Radio futura, Nacha pop, los Prisioneros, y en las casas venezolanas, con los rollos en la cabeza, las doñas, colegialas y amas de casa, cantaban a vox populix las canciones de María Conchita Alonso. Lo divertido de lo que llamo 80`s re- evoluciones, es que todo era divertido, su forma, su perspectiva y sus refracciones sociales.

En cuanto al pensamiento, el común denominador era la lucha por marcar el punto sobre la i, era contraerse en grandes masas y luchar contra la PRE o POST - guerra, la opresión social, la reanimación estudiantil y -nunca falta, pues claro- también se luchaba por los derechos humanos. Es en la época del ocho y el cero, donde los efectos químicos siguen haciendo estragos en el remoto pueblo de Hiroshima (putos jankyes). Donde los Estados Unidos siguen en guerra planificada con Europa (Yankies junkis) y cuando la tecnología interrumpe nuestros cerebros.

Recuerdo que los electrodomésticos eran de otra gama de colores bastante agradables, que el insípido blando y el neutral negro, y aparte las esquinas no existían, ya que todo era de forma ovalada, redondeada o simplemente elíptica. La fórmica era indispensable para decorar las cocinas, y las luces de neón se te clavaban en tus diminutos globos oculares.

Y si se habla de parafernalias femeninas; los labios rojos eran extrañamente sensuales, y que gracias a un alemán pude ver una foto de mis huesos rotos, cuando era postochentoso.

Si hacemos una comparación con los tiempos actuales, o como la Modernidad intensificada me condiciona a denominarlos como “tiempos contemporáneos”…

Pregunta ¿En cual momento el sincronismo, la igualdad o simplemente el estándar Mental/Pensar, era perfectamente lineal?…

Respuesta: aún me sigo condicionando que los años 40+40 se llevan el premio.

El mundo cada vez es más bizarro:

A veces lo surreal nos convence que vivimos en la realidad absurda de lo tangible.

Muchos verán esto como una broma sin sentido. Pero sentido, es lo que sobra en nuestra Suciedad… perdón sociedad DESORBITADA donde ya no existen relojes, calculadoras y el walkman es cosa del pasado. Artefactos que nos hacen falta pero que nos dejan en una posición vulnerable ante la ecológica estadía tecnológica de la década del “ahora mismo”. El sentido era el ingrediente sonámbulo que faltaba para estandarizar “la era del color”, como lo llamaban aquí, los venecos.

Así lo llamaban cuando Colina, después de drogas, de tanto sangrar por la nariz y no poder respirar, fiestas y desfachatez londinense llega a la citadina Caracas, para que en todas las radios nacionales, pusieran en frecuencia por primera vez un reggae venezolano.

Mientras que las doñas y las telenoveladictas, esas que aun existen y no pasan de moda, nadaban en su charco de baba producido por ellas mismas cuando fantaseaban con el drama de Ligia Elena. Y al mismo tiempo en el New York post guerra se veían en sus calles húmedas, las invasiones de uno de los PADRINOS más famoso de la Italia.

Es irónico como el Corn Flakes con leche nos atrofia el cerebro y nos deja en blanco, verde o fucsia la creatividad inventiva.

Venezuela con sus novelas aburridas, comiendo arepas con mantequilla y queso, y aquellos que se abrigan el cuello y las manos en el norte, se descomponen la flora intestinal, comiendo palomitas, hot dogs y tofu, mientras alucinaban con los planos fotográficos, y las estaciones neuronales del HIDDEN INDENTIDY.

Después que me entere, aun trato de entender porque Guillermo Dávila, tiene un blog que dice que es él, el icono criollo de los años inolvidables venezolanos. Creo que alguna vez mientras me comía unas empanadillas en medio del trafico, moscas y recordar, un pana me decía que: Si no te sabias una canción de Guillermo Dávila, no tenías vida para enamorar a una chama.

¡¡¡Por dios, esto sí es surreal, antiestético e incontrolable!!!!

No soy de Melissa, Guillermo Dávila, el Puma, o las 5 Grandes, pero a mis oídos sucios llegaron primero el funk cibernetico con textos futuristas en un clima irreal y perverso en las gloriosas melodías de PRINCE; y mi primer documento de aptitud me lo acreditaron Seguridad Nacional.

Desde luego el travestismo de Boy George y su concepto culture clubme asustaban y me hacían reír frenéticamente cuando por MTV me tripeaba sus caras perfectamente maquilladas.

Enseguida cambiaba de canal y me encontraba el más divertido, magnifico, gracioso, putrefacto y bodrio de programa sabatino que ha parido mi madre patria, Súper Sábado Sensacional… entre muchas de mis citas con este programa, me di cuenta junto al talentoso Amador Bendayan, del travestismo moderno VENEZOLANO totalmente aceptado por la audiencia y por los futuros descerebrados padres, que pretenciosamente se movían siguiendo el swing deLOCOMIA, que amenizaban sus show con plataformas de 45cm, enormes abanicos multicolores… y no estoy seguro, porque nunca estuve y ni quiero estar en una de sus presentaciones en vivo, que también utilizaban mucha, muchísima escarcha.

¿Qué esta pasando?

La segunda guerra mundial terminó, pero todavía se siente la paranoia de sentirse oprimido y desgraciado, aunque otros sienten la satisfacción de creer que estamos viviendo en el mundo del progreso y de la NO guerra. Alguien dijo “hagamos el amor y no la guerra”… jajaja seguro fue un inútil adictomaniaco e incontrolable del cine porno que empezaba a ver ganancias en la industria cinematográfica.

Este era el eslogan preciso, conciso y contagioso de los 70, que le dio la bienvenida a lo 80 con un cargamento de buenas ganas de crear, y repletos de nuevos misterios. Decir esto es como el dolor que siento cuando pateo mis dientes o cuando hago un nutritivo jugo con mi cabello, es en este momento que se redescubre lo peor de la música disco, y John Travolta parecía un tuerca alucinógena en medio de una pista de baile.

Eran esos tiempos en los que las pestañas postizas estuvieron IN, los SMILE le sonreían a todo el mundo, y todos recordamos a PAC-MAN, o TETRIS, el arte industrial veía luz por vez primera y las guerras de las galaxias, nos coloca en decadencia gubernamental.

Las gafas con contornos desorbitados, Atari, la gomina, las melenas alborotadas, María Conchita Alonso, la Coca-Cola, los Pet shop boy, Mazinger Zeta, la onda Disco, el Punk, los Guantes ruidos, He-man y las Minitecas, era la imagen que se presentaba al público del corporativismo publicitario emergente que se comió al mundo y ahora lo están vomitando encima de nuestras cabezas.

Los 80 terminaron, y le siguieron los 90, época igual de Yeahhhh como su antecesora, ahora vivimos con autos ecológicos, ropa con líneas simples, y guiados por la imaginativa japonesa, estamos en el 2009 y no somos los supersónicos, y tampoco tuvimos un ataque alienígeno… y creo que falta mucho para el Apocalipsis. Pero esto es una critica a nuestra sociedad actual, porque nuestras neuronas están cansadas, el 2000 es una copia barata del pasado, es una campaña robada a los recuerdos. Donde se habla de diversidad, porque nadie esta de acuerdo con nada y cada quien hace lo que le da la gana.

Ya nuestras neuronas no son aptas para pensar sin basarnos en el ayer, es absurdo tener que afincarnos en los escandalizados 80, para no inventar.

La droga, la tecnología y el arte dejan sin función y acción al cerebro… por favor deja el consumismo arbitrario y déjate consumir por la ironía de la vida, por el ciclo menstrual de la madre tierra, donde la naturaleza desea estar con el humano, pero ellos, o nosotros la aborrecemos cada vez mas… aun me pregunto en pleno siglo XXI ¿cuáles son lo colores primarios de la luz?

Cuando el futuro es pasado pero con diferente fisonomía… ellos estuvieron, luego dejaron de existir, ahora están entre nosotros.

Seguro todos recuerdan o se piensan los años 70+10 como algo distinto, creo que totalmente distinto de lo que han escuchado, pero para mí los 55+25 fueron así. Aunque lo sepa por revistas, fotos viejas de mi mama, o por mi curiosidad de conocer del pasado.

Ahora no importan tus recuerdos, sólo interesa la desfibrilación que creó esa época en el mundo entero, en la actuación social y quizás en los armónicos y melodiosos acordes de guitarras y voces desafinadas que ahora en formato MP3 bajo de Internet…

Pero gracias a Internet, a la modernidad contemporánea y al re-uso, es que me mantengo en mis 80 Re-evoluciones. Para mí los 80 fueron como hacer pupú y no bajar la poceta, así de irreverentes pero a la vez totalmente asquerosos.

Josluis Guerra

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