El sudor que sobraba de mi
nuca mientras intentaba seguir cómoda en la cama, suponía dos cosas
inaceptables: Corpoelec volvía a hacer de las suyas (¡que no son
racionamientos, vale! pero que la electricidad se evapora a horas específicas,
como si dejaran a un ermitaño encargado para accionar un click, y luego de 3
horas, otro click, click) y la humedad excesiva, anunciando que ya eran pasadas
las 4pm. Me uno al grupo de corianos que se acostumbró a dormir sabroso con calor,
a un grupo grande. Al fracasar en el acto casi ilegal de dormir un par de horas
más, luego de pasar toda la noche leyendo
al borrachín de Bukowski y su novela “La senda del perdedor” (ésta borracha, también)
meto en mi bolso verde un librito de Relatos Vanguardistas y me lanzo a la Casa
del Artesano.
Adri,
Maylén, Liwin, Rosa y Daniela: 6:01 pm.
Supongo que el chaparrón
asustó a los libros de los demás miembros, que les acalambró las hojas
dejándolos inmóviles en el suelo o en algún puesto de carrito o buseta,
paseando por la ruta miles de veces. De la nada alguien, no yo, nunca yo,
comenzó a bromear un poco sobre la pedantería de los que llegan a la cátedra con
la pretensión ridícula de que le besemos el culo a sus poemas o cuentos, o a la
primera novela que están escribiendo, la que supuestamente les llevará a la
fama, su gran obra maestra. Nos reímos un poco. Sacamos la cuenta de cuántos vinieron tres veces y nunca regresaron, o nos veían por la calle y apresuraban el paso, o en el peor
de los casos unían sus cejas mucho, mucho, casi hasta convertirse en un felpudo
uniforme al cruzarnos. Sí, nos gusta reírnos de esas actitudes inexplicables,
para romper el hielo al comenzar. Nosotros somos gente cortés.
¿Bolaño? ¡Presente!
Adrineli lee “El Ojo Silva”, del
escritor Chileno, de su libro “Putas Asesinas”. Últimamente, nos entusiasmamos
mucho cuando alguien lee a Bolaño, sin importar que el proceso se esté
repitiendo cada semana. Adri lee y llega Jimena,
tan impecable y linda, (profesora de teatro que intenta ayudarnos un poco con
el recital que ofreceremos sobre poesía falconiana fantasmal) mientras
Bolaño sigue hablando sobre las
experiencias del Ojo en la India, rodeado de putas y niños desgraciados, pobres chicos. En contraposición
a la genialidad absoluta de Roberto, Liwin ojea un panfleto que le regalaron en
la calle, y yo, pues, escribo en esta libretita que alguien bautizó como un
coctel. (Algunos lloramos al terminar el cuento, sí, aún tenemos un granito de
sensibilidad. ¡Vuelvan, muchachos!
¡Vuelvan! ¡No criticaremos sus textos!).
Discusión
sobre el uso de los términos “convive” y “gusto”.
Liwin comparte algunos textos
(entre ellos, “El loco del pregonero”, “Harold Álvaro Tenorio” y “Don Alfonso
cuesta y cuesta”) del libro “Poeterías” de Gonzalo Fragui, merideño (recordamos a Benito
Mieses y reímos más, esta vez con cierto grado de nostalgia). Rosa Guevara, hija de su padre Guevara
y nueva en la cátedra, recitó unos poemas de sus autoría que hablaban sobre la
digestión, la calle y la chatarra; prometió traer otros la próxima semana, ella
sí regresará. Daniela Nazareth
culminó haciendo una lectura de “El
antropófago” del Ecuatoriano Pablo Palacio. Todos terminamos queriéndolo y alucinando mordidas.
Despedida:
8:35pm. Ya no hace tanto calor.
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