4:00pm ¿Coro o Cochinchina?
Nadie sabe por qué últimamente Coro
tiene la temperatura exacta de los desiertos, tanto en el día como en la noche,
excluyendo dos diferencias que bien podrían pasar por insignificantes: 1. En
los desiertos no hay vallas con rostros de políticos anunciando la temperatura
de 50° en los semáforos (tampoco hay semáforos, ¿no?) y 2. En coro no se
alucinan Oasis (El único oasis de acá es una estación de gasolina en la
intercomunal coro-la vela donde beben los que andan presos o los están
buscando). Nadie sabe por qué, sólo se ven con mala cara, amargados, el primer
día por sus pies derritiéndose por el calor, el segundo día por su narices derritiéndose debido a la lluviecita que cayó la noche anterior. No hay
escapatoria, pero de todas formas….no importa, porque nadie sabe, o porque se
hacen los locos.
5:40pm Truenos, truenos, truenos. Mucho ruido, poca acción. Lluvia
malacama.
Suelo quedar en ridículo cuando
me quejo en la calle con cara de desahuciada agitando mis brazos, como mostrándoselos
limpios –o no- a los pacos “Dios mío, una lluviecita, Dios” (repito el “Dios”
en la oración, pa’ que suene con más propiedad y me escuche. Mi profesor de
Tópicos Gramaticales no estaría de acuerdo con esa decisión) Quedo en ridículo,
precisamente, porque de la nada llueve, me llueve encima, me lluevo entera, me
llueven. Coro me llueve y me hace lucir patética y mojada, le inunda el carro a
la abuela (abuelita, llévame pa’ la
cátedra… ¿nubes? ¡Qué va… tranquila que hoy no llueve!) Cae el chaparrón. Sí,
definitivamente me hace quedar en ridículo mientras danzo hacia el carrito con
algunos pasos innecesarios.
6:30pm Rafaella, Adri, Liwin, Cristina, Maylén, Gracie, Rosa (sí
regresó), Jesús Amalio y Daniela. ¡Hola, Jimena!
Casi nadie tuvo miedo al agua, quién
sabe si a algo. ¿Le temen a algo estos muchachos? (que no levante la mano Adri
María) Luego de estudiar los nuevos zapatos comodísimos de Cristina y la
tardanza sospechosa de Jesús Amalio… ¡AH! y de declararme portera casi oficial
de la casa del artesano, Jimena continuó dirigiendo los ensayos del recital que
ofreceremos en un mes. No es que nosotros ensayemos para recitar poemas, no es
eso, nosotros no somos tan falsos, no tanto. Lo que sucede es lo siguiente: nos
comprometimos con este asunto de un recital sobre lo fantasmal (poesía
falconiana: Lydda Franco Farías, Rafael José Álvarez, Darío Medina...) para la apertura de cierto evento, con música
de fondo, vestuario y todo el alboroto completo.
Nos comprometimos porque realmente estamos interesados y también, porque nos
emociona bañarnos en todos los charquitos. En los de Lydda, por ejemplo:
Me está pareciendo que oigo
pasos por
dentro
un moverse
que abona el espacio
bailo a ese son
bajo los
árboles
en la
oscuridad donde la música es
resbaloso
esplendor
móvil
frenético
ardid
en el
fogueo de la danza.
También en los charquitos de Álvarez:
A un
tiempo
preparan la fiesta
para espiarnos
tardan las cicatrices
en los muros
donde a polvo se acostumbran
a mirar desde los cuadros.
Se insinúan
en las hojas ávidas
y
sentimos por dentro
de la casa olvidada
sus secretos intactos.
8:22 pm Libros llorando en los bolsos. La voz de Rafaella
Necesitamos ensayar mucho. Agradezco
que no nos dediquemos al teatro, no en este instante. No dio tiempo de
desempolvar a Paul Éluard, ni a los poetas estadounidenses que trajo Liwin. A
los demás ni les pregunté qué leerían. Cuando pensé en hacerlo, Rafaella
comenzó a ofrecer un repertorio de música sacra. Todos atravesamos un momento
de la no-nada. Yo veía la torre de la Iglesia San Francisco, con sus lucecitas
amarillas y su campana inmóvil, como si
fuera un sticker pegado o una postal que nadie envía, mientras la voz de
Rafaella se confundía con sus fantasmas internos.
9:00pm Mini círculo de Febrero. Discusión sobre la fealdad o no fealdad de los
nombres de alguno de los miembros.
Febrero siempre interviene, sobre
todo cuando aparece la Cristina.
Estábamos a punto de irnos, de verdad, el señor de la casa del artesano cruzaba
los dedos para lanzarse en su cama, cuando ¡BAM! Nos detuvimos a conversar
sobre las siguientes intervenciones del Grupo Febrero en la Ciudad. Algo debe
quedar muy claro en esto: la Cátedra Agustín García no es el grupo literario
Febrero. Que tengan muchos miembros en común…bueno, Coro es chiquito y hay poca gente que de verdad se interesa por los
libros y el crecimiento cultural más que por farandulear. Aunque cada tanto
aparecen nuevos rostros… ¿o será que somos muy herméticos? Febrero no es la
Cátedra ni viceversa, sólo los mismos cuerpos en facetas distintas. Me gusta
hacer la comparación ¿por qué no? Del Taller Calicanto y el Grupo Tráfico,
aunque…..no, no, nosotros somos muy leales con Maylén Sosa, nunca seríamos
canallas con ella, así que mejor
olvidemos esa ridícula comparación. La Cátedra Agustín García es sobriedad y
calma, un lugar. Es decir, últimamente no estamos tan showceros y pedantes;
hasta nos tratamos con delicadeza.
El delirio ya no asegura su publicidad
ni con la
policía, ni con la guerra ni con los
manicomios,
ni con esos grandes discursos del
hombre
desgraciado.
El hombre habla y sabe hablar. Dice su
persona
física: sus ojos, su boca y sus
orejas, sus ojos para
ver toda la realidad útil, su boca
para decir que
todo es esencial y fecundo y durarero,
y sus
orejas oyen lo que su razón le dice.
Ya no se
predica la felicidad por dos céntimos,
la felicidad
por millones, ni el amor sin porvenir.
Ya no hay
muerte moral, sino una moral eterna.
Ya no hay
niños culpables, dejadnos reír,
mujeres impuras,
dejadnos reír, ya no hay hombres que
tengan
hambre –Eso ni siquiera se usa como
una imagen…
El delirio ya no se emplea en anuncios
luminosos. La estupidez ya no tiene
lengua para
expresarse. Ya no hay niños judíos
para quemar
en los crematorios, ni putas para
apiadarse, ni
soldados para hacerse matar, ni
canallas para
engordar. Nadie tiene necesidad de
ocultarse,
nadie tiene necesidad de mentir, ya no
hay nada
que robar, ya no hay nada de que
renegar. Ya no
hay intelectuales ni manuales para
estimarse o
despreciarse, según estén sus
bolsillos
agujereados o repletos. El pasado es
un huevo
roto, el porvenir es una huevo incubado.
El
presente es mi corazón. El ritmo de mi
corazón
es un ritmo eterno.
(P.
Éluard)
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